sábado, 24 de julio de 2010

L.A .C.R.E.E.N.C.I.A

-- La creencia únicamente nace de lo social -de manera que, en la Tierra sólo el ser humano cree- por la trascendencia de una cultura, ésta que trasciende a la par que se idea o, ineludiblemente, se imagina. Eso es, un ser que cree, al momento, lo primero que hace es imaginar lo que le ha trascendido como cultura, el hacerlo más sugestivamente importante o subliminal para él. Esa carga de comportamiento cultural quiere hacerla, a la vez, por un imperativo de identidad suyo, trascendente, creyendo en ello a favor de ideales o de estados perfectos o, de antemano, de algo que ha decidido el bien -en lo fundamental- y él ya -como comprenderán- no tiene tanto que decidirlo -a lo cómodo de... las costumbres-.
Así que, “porque se cree”, el creer, no conlleva otro resultado que no sea social; y, en objetividad, eso no es motivo de evolución, es decir, los animales no evolucionan gracias a tal causa, los planetas -en sí mismos- no evolucionan gracias tal causa, sino solamente AYUDA eso -como un añadido en el contexto social- a una evolución de lo social.
-- La creencia “irracional” en las frases. Sí, “Es preciso que todo cambie para que todo siga como está” corresponde, igualmente, a decir: “Es preciso que las manzanas caigan para que la gravedad siga como está”. Sin embargo, para que una frase sea cierta, hay que demostrarla; considerando que, toda conclusión racional o científica, no es más que una frase que da... un resumen deductivo.
Primero: La frase une ya -lo que puede confundir demasiado- dos contextos muy diferentes: el cambio de las cosas temporal y las reglas intemporales que rigen ese cambio de las cosas. Algo, claro, que corresponde a que una manzana sólo cae “en un momento” -apropiado o no para unos u otros elementos del entorno- y a que, intemporalmente, las reglas de la gravedad están ahí en efectividad sobre la manzana sea cual sea ese momento.
Segundo: Se utilizan a la ligera las formas verbales (“cambie” y “siga”) para concretar lo que “precisa” el “todo” en unos dos estados: en el estado que cambia y en el estado que sigue; por lo tanto, se deliberan o se establecen semánticamente como distintas formas verbales ya que, de un estado, se parte -o conduce- al otro (“todo cambia para... seguir”). Lo que ocurre -por cierto- es que todo cambia y, al cambiar, también sigue o... continúa; no que, por cambiar, seguirá; no que, por cambiar, sigue mejor o se logra mejor. ¡No!, puesto que es algo intrínseco al cambio un -además- seguimiento. Esto es, lo que cambia, no cambia para seguir, que implica causa-efecto o finalidad; digamos -en exactitud- que cambia o, también, sigue o, más claro, en el todo cambiar y seguir es lo mismo: si sigue sostiene eso que cambia y viceversa. El fluir cambia, el fluir sigue.
Tercero: También, ese “es preciso” es, en error, una extralimitación a la mayoría de las cosas o a las cosas más elementales; porque “precisa” lo que tiene alguna voluntad, ¡sí! (como cualquier ser vivo en un nivel de voluntad o en otro -un microbio decide el mundo orgánico que necesita y no otro-), para que se cumpla nada más que lo que intenta, o sea, su determinación que, asimismo, depende en una medida de lo volitivo. Por el contrario, otra cosa -al margen de un ser vivo- no precisa nada en cuanto que no quiere precisarse en algo, esto es, la necesidad es siempre un “para algo” y, en comprensión, una piedra por ejemplo, no necesita nada, es piedra sin necesidades, no actúa pidiendo o requiriendo un beneficio por su “auto-totemismo”.